«Huele distinto. El aire que flota sobre el descolorido suelo de moqueta y los asientos gastados está viciado. Una cristalera sucia trata de enseñar los restos del atardecer. Los trabajadores del aeropuerto no tienen prisa y cruzan bromas mientras empiezan a desfilar las caras de cansancio de los viajeros que venimos de Europa. Bienvenidos a la República Dominicana».